Siempre se encontrará un lugar como la "Casa de Constantina". Una de esas curiosidades.
Entre los habitantes de la casa sobresalía un hombre de unos cincuenta años, ancho de hombros, manos grandes y abundantes bellos rojizos. Su cara ofrecía señales de dureza, sus modales eran insinuantes y su buen humor lo hacían agradable.
Vestía habitualmente un traje completo con una fina camisa blanca, llevaba una cadena de oro llena de dijes.
A la casera le chispeaban los ojos al verlo. A partir de ese momento Constantina empezó a hacer planes.
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