Su primer amor se llamaba Heinrich Guillot, párroco holandés, tutor de los hijos del Zar y titular de la iglesia Luterana de San Petersburgo. Rubio, dotado de una voz encantadora, preferido de las mujeres de la sociedad.
A los diecisésis años había iniciado con el pastor Dalton, pero este la rechazó por su dogmatismo. Si Dios no existía ¿Qué estaba haciendo allí? Dalton no se había topado con una obstinación tal.
Una pariente la llevó a escuchar a Guillot un domingo. Consiguió su dirección, le llevó una carta solicitando una entrevista pero no por razones religiosas. Él se quedó extasiado.
Esta historia duró dos años. Es una historia clandestina, aunque se ven todos los días, muy cerca de la residencia de los Salomé dónde Lou va y viene a placer.
Teóricamente está ahí para preparar su entrada a la iglesia Luterana. Guillot la embriaga de conocimientos. Ella lo absorbe todo, y mucho más...
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