Un día, un criado le cuenta de una pareja de indigentes que luego se ha encontrado derretidos delante de la puerta. De hecho se trataba de un muñeco de nieve, el criado trataba burlarse de ella.
Ella no lo entiende así y se muestra horrorizada. ¿A dónde va la parte de uno que se derrite? Pregúntale a Dios. Entonces un pensamiento le asalta, que la hiere. ¿Y si Dios no existiera?
Ni Freud, ni Nietzsche le quitaron esa creencia que no se aferra a ningún dogma.
Lou es una joven hermosa, inmensos ojos claros, hermosas piernas largas, nariz pequeña y recta, boca sensual, cabellera larga y rubia. Pero tiene el pecho plano. No se sabe cuando hará el cambio, si cuando la madurez física se una a la efervescencia del intelecto.
Unas palabras de Nietzsche a propósito de los pechos parecen indicar que el cambio fue tardío, aunque ésta mujer es tan narcisista, nunca habló de su cuerpo.
Este desajuste en el lento desarrollo de su cuerpo no le restó ni un ápice de seducción, resultaba mucho más deseable por cuanto resultaba inalcanzable.
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