Durante las primeras semanas en Nueva York, Brando se enfrentó con el problema de buscar donde aprender a declamar.
Buscó el consejo de Jody para evitar caer en las manos de algún charlatán. Ella le recomendó el taller dramático de Erwin Piscator en la New School. Piscator era un productor alemán que había emigrado a América en 1930, célebre por su arte escénico.
Brando ingresó a principios del otoño de 1943, le asignaron como profesora a Stella Adler, mujer de unos cuarenta años de edad, alta, rubia con un innato encanto frágil y perturbador.
La señora Adler se percató del talento de Brando. Ese "cachorrito" -dijo a unos amigos- "será el mejor actor novel de la escena americana".
"Nada enseñé a Brando, simplemente amplié su capacidad de pensar, de sentir, de apreciar. Al abrir aquella puerta, Brando no hizo más que pasar al interior con naturalidad.
Pero no había mucho tiempo para hacer el tonto en las clases. En ellas se hacía hincapié en la "verdad interna" tanto del actor como del personaje que se interpretaba con el fin de intercalar las dos personalidades.
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