Yo había sido una ánfora vacía que los mayores se sentían en la obligación de llenar con instrucciones y generalidades. Manuel no tenía ninguna obligación tutelar conmigo. Yo no podía imaginar a que conduciría todo aquello.
Ni donde terminaba y empezaba Felipe, ni sí cuando estaba con él, era Juana la que amaba a su marido, o eramos Manuel y yo quienes nos acariciábamos. Nuestra historia no existía fuera de la de Juana y Felipe. En el apartamento de Manuel no había otro tiempo que el del renacimiento, yo era Juana, el amor me arreglaba toda.
En algún momento nuestra historia tendría que separarse de la de ellos cuando Manuel llegara al final de su narración
Imaginarme el mañana me resultaba imposible. Esperaba el domingo. La historia imponía su voz, su rutina. Yo llegaba al apartamento. Bajaba a ponerme el vestido.
Tu destino, Juana, da un vuelco el 20 de julio de 1500. Tras sólo veintitrés meses de vida. Muere el príncipe Miguel, el hijo de su hermana Isabel, el heredero de la corona de Castilla y Aragón. Y no les queda a tus padres más remedio que nombrar a Felipe y a ti, príncipes de Asturias, terceros en la línea de sucesión, has pasado a ser futura reina de España
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