A mi me costaba creer que era la misma de ayer. En pocas horas nada quedaba de mis pudores. Me entregue tan gustosamente al placer que bien se me habría tomado como hija de una cortesana.
Desnudo, con las piernas cruzadas sobre la cama mientras yo jugueteaba con su sexo adormecido y blando, vástago de dragón, Manuel me habló de la vida que me esperaba.
Yo te enseñaré a gozar de la vida, y de ti misma. Tu cuerpo fuerte beberá el placer de existir y de saciarse. Tu tacto aprenderá los intrincados bordados, tus ojos se entregarán a la luz, ellos te harán comprender el verdadero sentido de la creación, ya verás, la vida que conocerás conmigo.
Manuel también me sirvió la merienda en la cama. Desafortunadamente yo tendría que amanecer en mi habitación del internado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario