Dos años después de la muerte de sus padres, la economía en la casa de las hermanas Cano era precaria.
María empezó en el taller de fotografía de su primo Melitón. Le gustaba sentirse útil al aliviar un poco la carga de su hermana Carmen Luisa.
Estaba fascinada con la magia de la fotografía, el olor que desprendían los químicos reveladores la transportaban a un mundo fantástico.
Melitón ubicaba sus modelos con fondos que evocaban flores o interiores cubiertos por columnas, ánforas, ambientes marinos o ventanas románticas. A María le gustaban más los fondos sencillos. Lo que más deslumbraba a María era la manera de usar las luces. María tan bien había posado para su primo.
María se dio cuenta de que vivir de la fotografía no era fácil. Melitón tenía que sostener con el taller una familia muy numerosa. Sus hijos eran nueve.
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