Por la noche, saqué el libro de Pradwuin, en la contratapa leí que el Señor Pradwuin era natural de Ucrania, y que su biografía de la reina Juana era producto de sus visitas a España.
Hojeé las reproducciones de pintura de la época, el parecido conmigo era notorio y no se trataba de una similitud de rasgos. En la frente alta, me impresionó el arco de sus cejas delgadas. Los ojos parecían no tener pestañas, la nariz era recta, delgada y la boca pequeña, con el labio inferior carnoso y sensual.
Felipe el Hermoso, me pareció muy delicado, pero se adivinaba que tenía una piel muy blanca y el pelo castaño, casi rubio.
¿Me había enamorado yo de Felipe? En mis fantasías, más que rostros bellos, mis héroes tenían brazos fuertes y pechos anchos. Me atraía del cuerpo masculino, la firmeza de los muslos, lo áspero de la barba, los ojos y también la voz.
Fuí a la capilla por la tarde, arrodillada en la penumbra, rodeada de cirios veía los ojos de Manuel arder el las llamas de las candilejas.
El domingo salí del colegio con Margarita y las demás, pero ya en la calle me despedí de ellas. Margarita me preguntó si vería a mi enamorado, pero lo negué categóricamente
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