Yo no me atreví a moverme, estaba enferma de miedo. Me imagino que formábamos una pareja peculiar, yo despeinada y con la blusa por fuera de la falda y mucha más fuerte que ella. El contraste hacía que yo me sintiera todavía peor.
Me costaba trabajo dormir por las noches mientras meditaba que respuesta le daría a aquella pregunta, aún no había encontrado la respuesta eficaz..
Reina y yo, éramos mellizas, pero no lo aparentábamos. Nosotras habíamos tenido el privilegio de ocupar dos placentas en el mismo útero. Nadie sabía cual de las dos era la mayor, porqué, aunque yo nací un cuarto de hora más tarde, Reina provocó el parto antes del plazo. Los médicos dijeron que yo me había comportado como un feto ambicioso y egoísta devorando la mayor parte de los nutrientes que el organismo de mi madre producía.
Era el séptimo mes del embarazo y se encendieron las alarmas acelerando el final que nadie previó muy feliz.
Mi madre se empeñó en ver la mejoría del proceso de recuperación en las fotos que conmemoraban nuestro primer trimestre de vida, aparecíamos las dos ya juntas, yo gorda y reluciente con la piel brillante y un lacito en el pelo , ella calva y delgadita
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