Cleopatra
Ahora el agua se me estaba echando encima. Mi cuerpo la cortó y se hundió con tal rapidez que alcancé el fondo y reboté a la superficie, cuando mi cabeza volvió a salir respiré una gran bocanada de aire. Volví a hundirme pero consegui sacar la cabeza y respirar. De pronto mis brazos consiguieron mantenerme a flote. Inmediatamente comprendí cómo tenía que coordinar el movimiento de las piernas para que me ayudaran a flotar.
Pude chapotear sin temor a hundirme. Había conseguido vencer al agua, que ya no era mi enemiga. Me sentí aturdida de alivio y asombro.
Cuando el sol ya se estaba poniendo regresamos al muelle
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