Mesalina
Tenía ojos negros, cabellos veteados de plata, piel morena con aroma de rosal en primavera y el más lindo trasero del mundo, llevado con garbo.
No tenía marido, ni tampoco amante, vivía sola con un hijo. Con esto el anciano le parecía un total desperdicio, -¿Qué son, -se preguntabas- veinte años de diferencia. Y se miraba al espejo y se veía , en ocasiones, como una impresentable ruina, en otras como un jamón bien curado.
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