Mesalina
En los días del jamón agarraba el teléfono para preguntarle si le apetecía ir a pasear por el campo en un día tan bonito. Pero ella siempre tenía una excusa. Y no aceptaba, daba lo mismo que se hubiese quedado en casa, porque hablaba siempre insignificancias Las palabras le resbalaban dejándola fresca, remota y en sonriendo cual una estatua bajo la lluvia.
El anciano señor, de cuando en cuando se ponía a contar el tiempo transcurrido desde aquel concierto cuando le habían ocurrido las primeras escenas y el olor a rosal en primavera
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