Edgar Allan Poe...
¿ Me abandonaron allí para perecer de hambre en este subterráneo mundo de tinieblas; o que destino aún más cruel me esperaba? Que el resultado sería muerte y una muerte más amarga aún de la habitual, de eso no me cabía la menor duda, puesto que conocía demasiado bien el carácter de mis jueces. Eran el modo y la hora lo que me tenía preocupado y angustiado.
Mis manos extendidas encontraron al fin un sólido escollo. Se trataba de una pared, que parecía de mampostería de piedra muy lisa, viscosa y fría. Comencé a seguirla, pisando con toda la precaución y desconfianza que me habían sugerido antiguos relatos. Este procedimiento, no obstante, no me daba los medios para averiguar las dimensiones de mi mazmorra, pues podía darle toda la vuelta y volver al punto de partida sin darme cuenta de ello, tan perfectamente uniforme parecía la pared.
Busqué en vista de ello el cuchillo que había llevado cuando me condujeron a la sala inquisitorial, pero había desparecido, mis ropas las habían cambiado por un sayo de áspera estameña...
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