Verdades...
De pronto su mano...
se deslizó en la mía sin que nuestra acompañante lo viera. Apreté, sacudí aquella garra tibia durante el todo el viaje hasta la tienda.
Haze anunció que iríamos el domingo al lago. De modo que planeé el día domingo junto al lago y que me hundiría en él en una pequeña y silenciosa orgía con una experta, alegre, corrupta y complaciente compañía. Ella avanzaba lentamente, creía verla por el extremo contrario de un telescopio, yo avanzaba como un paralítico con férrea concentración hacia su pequeño pero tieso trasero, entonces se me ocurrió gastarle una broma y ella respondió con voz tajante: ¡Corta el rollo, cara de bollo! y con una mueca horrible me batí en fúnebre retirada.
Acabado el almuerzo, me recliné en una silla baja para tratar de leer, de pronto dos manos me cubrieron los ojos, mientras yo extendía los brazos a derecha e izquierda hacía atrás. Mi mano corrió sobre sus ágiles piernas. La señora Haze apareció para decirme: Péguele un zurra si interrumpe su lectura.
Al día siguiente, al terminar mi desayuno capté la siguiente situación: una discusión estaba en su apogeo, la señora Haze informaba a su hija que debían postergar la ida al lago, la niña informó a la madre que en ese caso, no la acompañaría a la iglesia.
Me puse la bata de seda y nerviosamente bajé las escaleras en busca de la niña, ella tenía un lindo vestido estampado, con una falda amplia, talle ajustado y mangas cortas.
El corazón me latió como un tambor cuando se dejó caer junto a mí en el sofá. empezó a jugar con una manzana que llevaba en la mano, la arrojaba al aire y la atrapaba.
Intercepté la manzana.
"Devuélvemela" me dijo, mostrándome las palmas de la mano.
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