Verdades...

Le pregunté el nombre de su amante,

pero se limitó a decir que se sentía infeliz conmigo y que pensaba pedir inmediatamente el divorcio.

Puse fin a esa situación sugiriendo a Valeria que recogiera inmediatamente sus pertenencias y se marchara. El amante que había estado presente en la escena, se ofreció para llevarla en su automóvil.

Valeria llenó el baúl, dos maletas y una caja de cartón que parecía a punto de estallar. No puedo decir que el amante se portará con insolencia ni nada parecido, incluso participó con un trato exquisito cuando Valeria descolgó del tendedero una de sus grandes bragas de color rosado.

Al fin ambos estuvieron fuera del apartamento. Los trámites del divorcio retrasaron mi viaje, cuando después de un invierno de tedio viaje por fin

En Nueva York acepté la tarea que el destino me ofreció, consistente en redactar y revisar anuncios de perfumes. Por otro lado la Universidad de Nueva York me apremiaba a completar mi historia comparada de la literatura francesa para estudiantes de habla inglesa.

Uno de mis médicos tenía un hermano que organizaba una expedición al Canadá ártico. Me enrolé en ella, con dos jóvenes botánicos y un viejo carpintero compartí de vez en cuando los favores de una de nuestras dietistas, que muy pronto fue mandada de vuelta. Vivimos en cabañas prefabricadas, mi salud mejoró maravillosamente alejado de mi propio yo.

Las rechonchas y grasientas niñas esquimales no despertaban en mi deseos sexuales. No existen ninfas en las regiones polares. Cuando me dieron de alta, busqué en el campo donde pasar un verano estudioso.

El miembro de una familia del lugar me sugirió la casa de unos primos que deseaban alquilar un piso, según me dijo, tenían dos hijas, una de ellas de doce años y vivían cerca  de un hermoso lago.

Llegué a la estación del ferrocarril con mis elegantes maletas, nadie me recibió y nadie me respondió al teléfono.

Por fin un angustiado señor Mccann irrumpió y me dió la noticia de que su casa había ardido por completo en un incendio.