Verdades...
Como paliativos...
Las hembras que me eran permitidas sirven de paliativo, no habían representado un deleite. Lo más débil de la fantasía era mil veces más deslumbrante que cualquier adulterio imaginado por el genio más viril. Mi mundo está escindido. No permitía un sexo, sino dos.
En aquel entonces no comprendí mis angustias. Mientras mi cuerpo sabía que anhelaba, mi espíritu rechazaba lo que mi cuerpo pedia. Los tabúes me estrangulaban. El hecho de que los objetos amorosos fueran las hermanas de Anabel, me parecía como un pronóstico de demencia.
Por mi propia seguridad resolví casarme. Después de considerables dudas la elección cayó sobre la hija de un médico. Lo que más me atrajo de Valeria fueron sus gestos y actitudes infantiles. Gracias a esas características me subyuga por completo. Andaba cerca de los treinta. Por lo que respecta a mí, era tan candoroso como un pervertido sexual puede serlo. Ella tenía un aire retozón, mostraba generosamente sus piernas, tenía hoyuelos en las mejillas, era juguetona de la manera más graciosa y tribal que pueda imaginarse.
Después de una breve ceremonia la lleve al nuevo apartamento. No negaré que lo pasé bastante bien durante nuestra noche de bodas. A la final, resultó que en vez de una pálida muchacha con que satisfacer la lujuria, tenía entre mis manos una criatura grandulona, fofa de pìernas gruesas y cortas.
La única ventaja de mi mujer era su naturaleza silenciosa que contribuía a crear una atmósfera extrañamente confortable. Pasamos juntos más de una noche apacible y con la ayuda de Valeria encontré después de todo, ciertos desahogos para mis fantasías sexuales.
Comíamos casi siempre en un atestado restaurante. Una mañana salimos de cierta oficina, cuando Valeria que iba andando a mi lado, empezó a sacudir vigorosamente su cabeza. Callé durante algunos instantes, pero al fin le pregunté si le pasaba algo. Me respondió: "Hay otro hombre en mi vida".
Esas son palabras feas para el oído de un marido. Confieso que me ofuscaron. Años de oculto sufrimiento me habían enseñado a un autocontrol notable...
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