Verdades...
Tú, soledad, eres mi caos. Por eso canto. Todavia estoy vivo y doy patadas dentro de tu matriz que es mi realidad para escribir.
¡Tu vida anecdótica! Exclamó mi super ego.
Los miércoles acostumbró a conversar con el ego. Ahora está estudiando otro idioma. A veces creo que por esto balbucea, lleva vestido de algodón y toca guitarra, no parece tan mal artista. Tal vez uno de esos miércoles, terminamos en casa de una activista política.
En esa casa teníamos como vecino al famoso peluquero Riverita
Caae el día, es la hora del ocaso, los minutos y los recuerdos caen como una montaña rusa en una mezcla de todos los tonos negros.
En esa casa mi mamá me enseñó las primeras letras, con una técnica que no he podido olvidar. La estrategia consistía en que ella preparaba una colada de plátano -mi debilidad- y ponía al lado de la taza un pandeyuca. En una hoja de papel, frente a mí, ponía el ejemplo de la plana. Y ya saben lo que pasaba. Al final la colada estaba más fría y más espesa.
Hoy, apenas hay rastros de esa colada, de ese pandeyuca. Hoy cuando me he aficionado a remover recuerdos de esa época, hago un esfuerzo y no logro ubicar con claridad cómo era la vida cotidiana de un pueblo que en ese entonces transitaba hacia lo urbano. Se me hace un nudo en la mente, también en el pecho, no tanto en la garganta, cuando leo las crónicas de los historiadores que relatan la vida del pasado y su cotidianidad.
Nosotros continuamos recorriendo el sector, luego fuimos a otro sector, un barrio distinto, más hacia el centro. Aunque la intensidad se fue disminuyendo y asistí a la escuela. La habitación centellea, me siento al borde de la cama pensando en el hombre antes de su nacimiento. De pronto empiezan a doblar las campanas con una música extraña, que resuena con un redoble largo que irrumpe con acento embriagado y lloroso.
He hecho un pacto conmigo mismo. ¡No cambiar ni una linea de lo que he escrito! No me interesa perfeccionar mis pensamientos.
Hermoso escrito, lleno de reflexiones para el alma
ResponderEliminar