UNA
BROMITA…
Chejov
A la mañana
siguiente recibo una esquela: “ Si usted va
hoy a la pista
de patinaje, venga a
buscarme. N.”
Y a partir de ese día
voy con Nádenka a
la pista todos
los días y, al precipitarnos hacia
abajo en el trineo, cada vez
pronuncio a media
voz siempre las
mismas palabras:
- ¡La amo, Nadia!
En poco tiempo, Nádenka
se habitúa a
esta frase, como
uno se habitúa al
vino a la morfina.
Ya no puede vivir
sin ella. Es verdad que siempre
le da miedo deslizarse por la colina
helada, pero ahora
el miedo y
el peligro otorgan
un encanto especial a las
palabras de amor, palabras que
constituyen un misterio y oprimen
dulcemente el corazón. Los sospechosos
son siempre dos: el viento
y yo… Ella no sabe
quién de los
dos le declara
su amor, pero ello, por lo visto,
ya la tiene sin cuidado; poco importa
el recipiente del
cual uno bebe, lo esencial es
sentirse embriagado.
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