UNA BROMITA…
Chejov
Cuando el trineo
se detiene, Nádenka
contempla la colina
por la que acabamos
de descender; luego clava su
mirada en mi cara, escucha
mi voz, indiferente y
desapasionada, y toda su
pequeña figura, junto con su manguito y su capucha, expresa
un extremo desconcierto. Y su
cara refleja una serie de
preguntas:
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