UNA BROMITA…
- ¡Le ruego! – le digo-. ¡No hay que tener
miedo!
¡ Comprenda, de una
vez, que es una
falta de valor, una simple
cobardía!
Nádenka cede al fin, y
advierto por su cara
que lo hace arriesgando
su vida. La acomodo
en el trineo, pálida y
temblorosa; la rodeo
con un brazo y nos
precipitamos al abismo.
El trineo vuela
como una bala. El aire
hendido nos golpea
en la cara, brama,
silba en los
oídos, nos sacude y
pellizca furibundo, quiere arrancar
nuestras cabezas. La presión
del viento torna
difícil la respiración.
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