PARÁBOLA DE UN SOLITARIO…
Cuando ella se sentó frente a él, le pareció
vivir un gran milagro, como si se hubiera sentado a su mesa la gran noche. Sin
embargo sabía que el milagro era la mujer del tabernero.
Nunca en su vida había tenido la idea
precisa de lo que se llama “el pecado”, pero ahora creía saber que aspecto
tenía.
Ella se sentó extendiendo su falda llena de pliegues. El la
oyó crujir suave y penetrante. Sólo bebía, buscaba algo apropiado que decir a
la mujer y confiaba que se le ocurriría
si bebía
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