PARÁBOLA DE UN SOLITARIO
A pesar de ser un caballo ciego del ojo
izquierdo era un caballo magnifico. Con él iba siempre el guardia Francisco
Aman, quien era conocido por la población con el apodo de “Fra-Fra”. Siempre llevaba
consigo un fusil con la bayoneta calada.
El
inspector llevaba en sus manos riendas, y látigos que de cuando en cuando
restallaba alegremente. El caballo galopaba con orgullosa elegancia.
En verano, cuando las carreteras estaban
completamente secas se levantaba un violento remolino de polvo que envolvía al
caballo, al coche, al inspector y al guardia. En invierno flotaba en el
barrizal
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