CONSTANTINA 5
Cuando
Constantina estaba en casa nada le faltaba al espectáculo. Ella frisaba en los
cincuenta años. Su rostro era un aparador de desgracias. Tenía la cara inocente
de una casera dispuesta a todo para endulzar su suerte. A pesar de todo, en el
fondo era un buen ser humano “muy en el fondo”.
Cuando se le preguntaba por el origen de su pobreza, respondía: “Tuve un
marido que se portó muy mal conmigo, sólo me dejó los ojos para llorar”. La
casa es producto de mi lucha. Al oír trajinar a la casera, la cocinera se
apresuraba a servir el desayuno.
En la época en que comienza esta historia, los huéspedes de la casa eran
siete. En el primer piso estaban las dos mejores habitaciones. Constantina
habitaba en el segundo piso. Y también un anciano llamado Patricio, un
comerciante venido a menos de nombre Valentín.
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