EL
SENDERO
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Trabajaba
sin parar. Humilde, con la docilidad propia de un esclavo, removiendo, emplastando, lavando tintas,,
acarreando leñas. Ninguna de las cosas
esenciales del negocio escapaba a mi
atención, vivió sobre la metamorfosis de los perfumes. Vigilaba la
transformación de los aromas a partir de los pétalos de las flores.
De
vez en cuando expresaba mi parecer, sin comprometerme ni abandonar mi actitud
servil. Muy pronto cebaba el horno, calentaba y colaba Sabía que podía confiar
y disfrutaba estando sólo, perfeccionando el nuevo arte y haciendo de vez en
cuando pequeños experimentos.
Y
comprobé con inmensa alegría que la pomada preparada era incomparablemente
mejor que la de Druot, y su esencia absoluta, varios grados más pura que la
obtenida el primer oficial.
Empezó
el tiempo de los jazmines y el de los nardos. El perfume de ambas flores era
exquisito…
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