EL SENDERO 3
No
lejos, descubrí un pequeño taller. Resultó que el patrón había muerto
hacía poco y la viuda llevaba el negocio con la ayuda de un oficial, pero
necesitaba otro aunque la estrechez económica no se lo permitía.
Y
además no tenía donde ubicarlo en la casa. Sólo poseía una cabaña a diez minutos de la casa. Madame Arnulfi era una
mujer sensata con un sano sentido comercial.
Dado
que no me importaba el dinero acepté un pequeño sueldo de dos francos a la
semana, nos pusimos de acuerdo rápido en las otras condiciones. La madame
solicitó la presencia del primer oficial, un gigante llamado Druot que compartía
el lecho con ella. Al día siguiente entré a trabajar en la casa de Madame
Arnulfi.
Ella
cultivaba en pequeñas parcelas los narcisos o los compraba a los campesinos
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