Ese afán por cuidar hasta el más mínimo detalle, la conmovedora necesidad que Ottoline tenía de crear hermosura en el único ámbito que poseía: en la vida doméstica.
Puede que Ottoline resultara a veces algo absurda y algo mandona, en la manera en que quería imponer esa felicidad sobre los demás. Pero Garsington debía ser un lugar formidable, una especie de Olimpo.
Garsington era una especie de Disneylandia de la cultura. A Leyton Strachey, un amigo, le dice tras una de sus visitas, me he sentido horriblemente sola. Le escribió a Ottoline diciéndole lo deliciosa que había sido su estancia y autoinvitarse para próximas veces.
Ottoline no sólo fue una magnífica anfitriona y una activa mecena de las letras y las artes sino que además tuvo un destacado papel pòlítico durante la primera guerra mundial.
Los gastos de su vida de generosa anfitriona empezaron a consumir su capital. Terminó teniendo tantas dificultades que se vio obligada a vender sus casas y trasladarse a una vivienda pequeña y modesta. Pero de todas estas penurias sus amigos nunca supieron nada.
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