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miércoles, 10 de julio de 2024

ATANDO CABOS -- LOS MÉDICOS.

   Los cirujanos son insopòrtables y Rojas no es la excepción. Entró hecho una fiera, llevaba todavía la bata y el gorro verdes del quirófano, estaba fuera de sí. El rostro se le enrojeció y aparecieron unas manchas purpúreas en sus sienes.

    Todos sabíamos lo que había sucedido. Rojas hace dos intervenciones diarias. Cuando se deja ver por el laboratorio, sólo puede ser por una razón. Rojas siempre daba el mismo espectáculo, era como pasar una y otra vez la misma película.

   Nos miramos unos a otros, está vez no era Hermes el culpable. Rojas lo ponía por las nubes, decía que era el mejor anestesista del país.

   En la jerga quirúrgica el fallecimiento en la mesa de operaciones sucedía con frecuencia a la mayoría de los cirujanos, en un quince por ciento, a un hombre como Rojas, sólo en un ocho por ciento.

   Rojas era bueno, un hombre con unas manos afortunadas, un hombre con tacto. Decían que Rojas evitaba los casos con complicaciones

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