A principios de noviembre viajábamos con mis tíos al lago Pátzcuaro en Michoacán, ellos consideraban sublimes los rituales pre-cortesianos con los cuales los habitantes de la región celebraban el día de los muertos. Aún tengo en mi mente las imágenes como si se tratara de un álbum de fotografías que mostrara el respeto de los indígenas a sus muertos.
Navidad en cambio, era otro cuento. Como mis tíos no eran creyentes la noche del 24 de diciembre mi mamá preparaba una cena especial, los obsequios, casi brillaban por su ausencia. En contraste tengo muy presente cuando a Frida le sobrevenían dolores demasiados fuertes, exclamaba sin juicio de fe o censura comunista "Ay Dios mío"
Bañar a Frida recién salida de una intervención, o cuando portaba los corsés era otra odisea que ella tomaba con excelente humor. Yo nunca la bañe, pero si lo hicieron mi mamá, algunas amigas de confianza, Diego y sus enfermeras.
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