El domingo, Manuel me guió por calles estrechas al paseo de la Castellana a un restaurante pequeño y acogedor, de techo bajo. Él seleccionó: tortillas, jamón, aceitunas y champiñones . De echo, pidió vino. Actuaba como si no hubiese pasado nada. Yo me desconcerté un poco y jugué mi parte.
Lo noté pálido,
-- ¿Pasa algo, Manuel? Luces cansado.
-- Esta semana he tenido que atender a la tía Águeda, cuando se enferma se pone absolutamente desvalida y de mal humor. Apenas si he estado en mi apartamento.
-- ¿Cómo es que tu tía nunca se casó?
-- Culpa mía, quizá --dijo-- se ha dedicado a mí. En una ocasión me habló de un cofre de la reina Juana. Hace poco encontré referencias en documentos antiguos que la reina ocultaba en su habitación. Le pregunté a Águeda sino sería este el que ella había visto. Pero no recordó nada y negó haberlo recordado, pero si me intriga la posibilidad de que no sepa dónde está.
Si existe tendrá que decírmelo algún día. Tu no sabes lo que significa para mí que hayas accedido a ser mi cómplice en esta indagación.
Hay personas que viven sólo en mi presente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario