Me parecía increíble poder ocultar sin dificultad un acontecimiento tan trascendental; que no se dibujara en mi cara como proyección cinematográfica. Sólo dentro de mí las cosas cambiaban de lugar, Era mi niñez de virgen la que me desalojaba. Ahora que la había perdido no la echaba de menos.
Tanto imaginar dolores y vergüenzas cuando la sexualidad me había aparecido llena de lucidez; una revelación de la intimidad entre el cuerpo y el espíritu. Ver la sincronía entre piel y pensamiento era como encontrar un viejo mapa hundido en el inconsciente. O toparse con la lámpara de Aladino y sentir al genio salir al ombligo.
Pensé que haber hecho el amor me permitía comprender la idea de la comunión. Ahora si sabía lo que era albergar a otro en el interior más intimo. Para los curas y las monjas, el amor carnal era impuro. Seguían manteniendo la superchería de que el apareamiento era sólo un mal necesario para procrear. trastocaban esa experiencia de la vida en una receta de oscuridad.
La idea de Dios amante era mucho más congruente con la idea de un Ser Supremo. Lo difícil era saber si mi padre, por ejemplo, justificaría que yo me abandonara a la seducción de Manuel...
No hay comentarios:
Publicar un comentario