Patricia
Patricia ya había cumplido los veinticuatro años
Debíamos estar en primavera, quizá en la frontera del verano, seguro que era domingo porque después de ir a misa ibamos a tomar el desayuno a la casa del abuelo. Un sombrío palacete de tres pisos.
Patricia estaba siempre atada al extremo del asiento, para evitar que se escurriera y se cayera al suelo, Yo fijaba l,a vista precisamente allí y trataba de disimular, mientras escuchaba el concierto de palabras que mi madre y mi hermana le dedicaban en coro a mi pobre tía.
¡Patico ! ¡Patico! la llamaban, y la cogían de las manos, y le arreglaban la falda y le daban palmaditas, y le sonreían todo el tiempo muy satisfechas de estar haciendo lo que debían hacer. Yo las miraba de lejos, haciéndome la loca
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