Lulú
Pablo volvió a mirarme, me cogió del brazo y empezó a meterme prisa. Que si nos perdíamos el principio, llegaríamos a escuchar las sirenas de los autos de la policía.
No me había dado tiempo a cambiarme, llevaba puesto el uniforme del colegio. La falda la había heredado de Isabel y me quedaba muy corta. La blusa era de Amelia, otra herencia. Cuando uno nace la séptima de nueve hermanos, no suele estrenar ni el uniforme del colegio.
Pablo tenía un auto de segunda mano bastante destartalado, pero auto al fin. Yo estaba muy excitada, era la primera vez que salía con él, la primera vez que salía de noche y la primera vez que salía con un hombre que tuviera un auto.
El trayecto fue largo, el parqueadero estaba atestado. Pensé que me trataba como a una niña, le pillé un par de veces mirándome las piernas.
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