Sin duda pretendió la radical separación de su vida familiar de sus placeres privados, pero no podía satisfacer su triunfo sin llevarlo hasta el límite de la clandestinidad.
Sade reaccionó con los ruegos, la humildad, la vergüenza, suplica que se le deje ver a su mujer, reclama un confesor y le abre su corazón.
Sade a través de las relaciones con su madre conocido el odioso desgarrón del remordimiento, pero el escándalo de 1763 lo revive. El atribuye demasiado valor a sus recreaciones para pensar en renunciar a ellas.
El primero de un acto escandaloso: la Beauvoisin, lo acompaña al castillo de la corte y bajo el nombre de la esposa de Sade, danza ante toda la nobleza provenzal. La sociedad ha negado al marqués toda libertad clandestina, Sade ha pretendido socializar su erotismo
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