Este episodio hace presentir que el erotismo de Sade era ya, inquietante.
El inspector de policía advirtió a los proxenetas que no provean de mujeres al marqués.
Sade en los linderos de su vida de adulto descubre que entre su existencia social y sus placeres individuales la conciliación es imposible.
Existe un lugar común para la mayoría de los jóvenes aristócratas de ese tiempo, el secreto de las alcobas. De esa ilusión Sade experimenta: ¿Qué deseamos en el gozo?
Qué todo lo que nos rodea no se ocupe más que de nosotros, no piense más que en nosotros, no cuide más que de nosotros
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