La niña Mala...
Sentía que mi ser entero estaba concentrado en ese pedazo de carne que la niña mala lamia, besaba, chupaba, mientras sus dedos acariciaban mis testículos...ví a Fukuda.
Estaba medio cubierto por las sombras, junto a un gran aparato de televisión, a dos o tres metros de la cama donde Kuriko y yo hacíamos el amor, sentado con las manos en la bragueta.
Cogiéndola de los cabellos, obligue a la niña mala a soltar mi sexo que tenía entre su boca y, completamente alterado por la sorpresa, el miedo y la confusión, le dije: Pero ahí está, ahí está Fukuda, la sentí rodearme con los brazos, adhiriéndose a mi con todas sus fuerzas y pasar la saliva manchada con mi semen a mi boca y decirme desesperada de prisa y con angustia;
¡Y qué importa que esté o no esté, sonsito! ¿No estás gozando? ¿No te estoy haciendo gozar? ¡No lo mires, olvídate de él!...
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