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jueves, 24 de marzo de 2022

EDGAR ALLAN POE...

   Sabia que los condenados a muerte parecían en los llamados autos de fe con frecuencia, y se había celebrado uno de ellos la misma noche del día en que fui juzgado. ¿Me habían devuelto tal vez a mi calabozo hasta la siguiente ejecución que no iba a tardar muchos meses en celebrarse?.

   De inmediato pensé que no podía ser. Había una urgente necesidad de víctimas. Además mi mazmorra al igual que el resto de las celdas de los condenados en Toledo tenía el suelo de piedra y carecía de luz.

   De pronto una horrible idea impulsó la sangre en torrentes hacia el corazón, volviendo a caer durante unos momentos en un estado de insensibilidad. Al reponerme, enseguida me puse en forma convulsiva en cada fibra de mi cuerpo. Alargué desesperado los brazos a un lado y a otro en todas direcciones. No tope con nada sin embargo, tenía miedo de dar un paso por temor a tropezar con las paredes de la tumba. 

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