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jueves, 17 de marzo de 2022

Edgar Allan Poe...

   Después de esto, las voces   inquisitoriales parecían fundirse en un solo murmullo impreciso y monótono. Ello evocó en mi alma la idea de revolución --quizá sea por la asociación en mi mente con el vago traqueteo de la rueda de molino-- Esto solo duró unos momentos porque al poco dejé ya de oír nada.

   Sin embargo, durante un rato, si vi, pero -- ¡Cuán terriblemente exagerados!-- vi los labios de los jueces de negras togas, que estaban blancos --tan blancos como la hoja sobre la que pergeño estas letras--  y de finos resultaban grotescos; finos por la intensa expresión de firmeza, de inmutable resolución, de riguroso desprecio por la aflicción humana. 

   Ví que las sentencias de lo que era para mi el destino, todavía eran emitidas por aquellos labios. Los ví hacer muecas con una expresión mortífera. Ví como articulaban las sílabas de mi nombre y me estremecí porque no salía de ellos sonido alguno...

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