George Sand...
Mi padre la conoció cuando ella ya tenía treinta años y vivía quien sabe en qué lujurias. Pero vio que esa hermosa criatura todavía podía amar y se casó con ella contra el deseo de su familia.
Era pueril, infantil y terriblemente divertida, vivaz, bromista y hostil a las restricciones sociales.
De niña, Aurore fue arrastrada por el desenfreno sin restricciones de su madre. Fue algo que Sand nunca perdonó. Más tarde lo empleo como una metáfora: "La vida es una gran herida que nunca se cura". A lo largo de su propia vida el dolor nunca la abandonó.
Sophie-Victoire fue una buena compañía para Aurore, tenía una imaginación desbordante, le enseñó las fabulas de La Fontaine que la llenaban de terror y cuyo mensaje moral no alcanzaba a comprender. A Aurore le encantaban las versiones que su madre inventaba. Le hicieron creer en lo imposible y la alentaron a una especie de fe temprana.
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