EL
ABUELO
22…
El detective y yo subimos una escalera y seguimos a lo largo de un
pasillo hasta llegar a un salón. Sentado delante de una mesa estaba un joven de
unos treinta años y un muchacho de unos dieciséis. Laureano Bravo levantó la
vista. Buenos días, detective, dijo con una voz que era casi un grito.
-- Buenos días,-respondió el detective, ¿puedo hablar con usted?
-- Sí, claro.
-- ¿Quiere que me vaya? dijo el muchacho.
-- Podemos continuar con la clase más tarde, dijo Laureano Bravo.
-- La Eserina causó la muerte del señor Leonardo Arévalo.
-- ¿Quiere decir que el señor Arévalo fue asesinado?
-- Fue envenenado, afirmó el detective.
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