PARÁBOLA DE UN SOLITARIO…
Iban
él y el guardián por la carretera ancha, el sol rojizo les daba directamente en
los ojos. Se oía el incansable silbar, trinar, gorgojear y cantar de los
pájaros. Se olía el perfume áspero, implacablemente dulce que brotaba del
bosque.
¿Tenía todavía una casa? ¡Ay pobre inspector
de pesas y medidas! Se imaginaba estar desnudo, totalmente desnudo. Se despidió
del guardia, quería ir a su casa, pero doblo su carricoche con dirección a la
taberna.
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