LAS NOVICIAS
Las novicias no amanecían en medio del
acostumbrado ambiente del libertinaje. Se imponía un silencio hecho de dolor y
tristeza. Las velas de los candiles no ardían para celebrar los gozos de la
vida, sino para acompañar la congoja de la muerte.
La
belleza madura, la piel tersa y perfecta eran el recuerdo difícil de conciliar
con los despojos que habitaban el cajón. Era la tercera novicia asesinada en
los últimos meses.
La
primera muerte había provocado un sentimiento de espanto. La segunda agregó
estupor y miedo. La tercera transformó el miedo en pánico. Cualquiera podría
ser la siguiente víctima.
En
cuanto a la identidad del asesino nadie conseguía establecer una conjetura. El
asesino tuvo que haber entrado en los aposentos de manera furtiva
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