LAS NOVICIAS
Con
rapidez y precisión, el agresor taponó la boca de la novicia con un trapo que
introdujo hasta obstruirle la tráquea. La figura encapuchada se limitaba a
impedir que se quitara el trapo y asegurarse que no pudiera respirar ni emitir
sonido alguno. Era esperar a que llegara la asfixia.
La
rosada piel se había convertido en una
superficie violácea por falta de aire.
El
extraño observaba extasiado a su víctima. El atacante se apuró a proceder antes
que alguien llamará a la puerta, hundió el puñal en la base del cuello e hizo
una incisión vertical hasta el pubis. El propósito era desollarla. Practicada
la primera incisión comenzó a separar la piel de la carne. Desprendía el
pellejo sin lastimarlo.
Fue un
trabajo rápido y preciso. La novicia la novicia murió en el preciso momento en
que el atacante concluyó su macabra tarea, finalmente enrolló la piel, la
guardó en una talega y desapareció con el mismo misterio con que había
aparecido.
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