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EL ALFILER
Hoy, por fin, di el primer impulso a mi
deseo por escribir. Es algo con lo que
había soñado durante mucho
tiempo.
Y apareció ella. La veía todos los días y
por cualquier razón, siempre había lugar para un intercambio de palaras.
Algunas veces hablaban acerca de asuntos
trascendentes, otras de asuntos muy triviales. Hubo muy pocos días en que los encuentros
pasaran inadvertidos. Un día le vio los pies que le parecieron atractivos, se
lo dijo, y ella se sonrojó.
Así empezó a manifestarse el torbellino y
Alfredo no supo cómo y porque, pero lo
absorbió y quedó a su merced.
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