Cuando sufrió aquella pérdida al primero que encontró a mano fue a Croc a quién cargó el principio de su infortunio. Comprendió que sus esperanzas de matrimonio no eran más que una quimera.
Pero Croc era su huésped, el que mejor pagaba, lo que la obligó a guardar sus suspiros.
Croc era cómo le había dicho loa viuda del general, un solitario taciturno. La casera aceptó con resignación lo efímero que fue su sueño de matrimonio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario