En su establecimiento, Constantina admitía hombres y mujeres, jóvenes y mayores. Un grupo heterogéneo en el que no faltó quien llevara en su vida privada la virtud del egoismo.
Seguramente ante la dimensión del drama algún lector encuentra una relación con su propia vida. La casa de Constantina está situada en un sector con un ambiente lúgubre al que rara vez llegan los momentos alegres, el silencio reina en las calles que lo circundan.
Allí no se vez más que tristeza y aburrimiento, vejez que muere y jóvenes que claudican
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