Arturo estaba encerrado en una celda, sentado en la cama el suelo estaba lleno de ceniza, se levantó cuando me oyó llegar:
-- ¡John!
Entré en la celda, el sargento cerró la puerta.
-- Gracias -dije- y se alejó.
Arturo es un hombre pequeño. Proviene de una familia de médicos y abogados.
-- Me alegro mucho de que hayas venido.
-- ¿Has llamado a tu abogado?
-- No, no todavía.
-- ¿Por qué no?
-- No sé.
-- Dime el nombre de tu abogado
Me lo dijo y lo apunté en mi agenda.
-- Está bien -dije- ahora dime ¿qué es lo que pasa?
-- Que me han detenido por asesinato.
-- ¿Por qué me has llamado?
-- Porque estás enterado de todo.
-- De asesinatos, no sé absolutamente nada.
-- John -dijo- necesito tu ayuda. Te juro que no lo hice. Nunca toqué a esa muchacha
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