Yo me quedé paralizado. Ella estaba obsesionada y actuaba como si el mundo se hubiera hundido. Pensaba en su situación como expulsada de la universidad y madre soltera de un hijo.
Era una muchacha agradable, pero le dije que no. Entonces me preguntó si era una operación peligrosa, y le dije que sí. Entonces me dijo que ella conocía a un hombre que se lo haría por doscientos dólares. Que si yo no quería hacerlo, le pediría a ese hombre que lo hiciera.
-- Aquella noche me fuí a casa de un humor de perros. No podía dormir. Pensé en mi propia esposa y en mi hijo de un año. Estuve pensando en los abortos producidos por aficionados.
A la mañana siguiente, fuí a ver a mi jefe y le dije que quería hacer un raspado. El dijo que se encargaría del examen patológico. Así fue como empezó todo.
-- Y desde entonces, ¿has estado practicando el aborto?
-- Sí -dijo Arturo.
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