Marie Dupliesi que conversaba con un grupo de amigos, sintió el calor de una mirada sobre sus hombros, o una mano que la rozaba suavemente,tan encantadora como la del Conde Eduard de Perreguz que se hallaba de pie al otro lado del salón.
Fue entonces cuando el sentido de la oportunidad de la Duplesis transformó el azar en buena suerte. No se volvió de inmediato.
Nos vemos forzados a completar esta parte del relato, la historia es fiel. Por supuesto debe haber existido otro elemento, la precisa cualidad de la jovialidad encantadora...
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