Henry Meilhac pagó una alta cifra en francos por contemplar el cuerpo desnudo. Las diversas situaciones que Liane propiciaba para mostrarse debieron ser irresistibles.
El color blanco crea una atmósfera fría, pero también conjura fantasías. Los sueños se vuelven casi reales cuando podemos jurar que sentimos crujir las fresas heladas en la boca, porque los propios ojos están llenos de lágrimas de deleite y su lengua ha comenzado a aletear dentro de nuestra boca.
La sugestión --La segunda estación erótica
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