César era un excelente espadachín, además de ser más alto que la mayoría de los hombres de su tiempo, gozaba de una extraordinaria fuerza física y dominaba el manejo del hacha y de la lanza.
Para Borgia (Alejandro VI) el palacio del Vaticano debía evocar los placeres, sabía que, incluso las almas más elevadas se sentían impresionadas por las riquezas terrenales con que se rodeaba la iglesia
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